La modernidad introdujo un nuevo punto de vista incorporando el árbol a la casa como parte del proyecto arquitectónico. En Domesticidad a la Intemperie el arquitecto Ricardo Devesa ahonda en el tema.
Por Marta Rodríguez Bosch
La Casa de Bernard Rudofsky en la costa de Málaga (1969- 1972), uno de los cinco ejemplos estudiados en el libro Domesticidad a la Intemperie de Ricardo Devesa
Primero fueron los árboles y los bosques. Luego llegó la especie humana y con ella la arquitectura. Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX cuando los vínculos entre árbol y casa comenzaron a hacerse patentes en el proceso de diseño. Y se fue definiendo el rol de la naturaleza en la obra arquitectónica. Una de las figuras clave en inspirar nuevos enfoques fue el arquitecto americano Frank Lloyd Wright que consideraba la naturaleza por encima de cualquier arquitectura, y postulaba someterse a ella, con procesos de construcción orgánicos desde el interior hacia el exterior.
El árbol es el gran representante del mundo vegetal, en continua regeneración, y es símbolo de la vida por antonomasia. No obstante, si bien su presencia junto al hábitat humano se remonta al origen de los tiempos, es en el siglo XIX cuando se produce su conexión deliberada con las casas, incorporándose como parte distinguida del proyecto arquitectónico. Lo subraya el arquitecto Ricardo Devesa, quien lleva años estudiando esta relación que recoge en el libro Domesticidad a la Intemperie. Sobre las relaciones entre árboles, arquitectura y habitantes, editado por Actar. Una anexión a la casa moderna en la que se otorga al árbol ser parte destacada del diseño espacial y ambiental. Y que en la vivienda contemporánea gana relevancia ante conceptos en auge como la biofilia, y la progresiva conciencia sobre aspectos medioambientales, paisajísticos y de salud tanto del planeta como de las personas.
La Hexenhaus de Alison y Peter Smithson explora como los árboles pueden configurar el recinto
En este diálogo entre la casa y el árbol, Ricardo Devesa señala como en la primera modernidad ya proliferaron soluciones que los vincularon, con algunos ejemplares paradigmáticos del siglo XX como la casa Snellman (Suecia, 1917) de Gunnar Asplund, la villa Mairea (Finlandia, 1937) de Alvar Aalto, o la casa Kaufmann (EEUU, 1937) de F. LL. Wright.
Según el autor, el árbol amplia las concepciones que tenemos sobre el lugar, el tiempo y la habitabilidad de la casa. Su estudio se centra en cinco viviendas de reconocidos autores: Breuer, Le Corbusier, los Smithson, Rudofsky y Navarro Baldeweg. En todos los casos que analiza, incorporaron los árboles preexistentes a la casa en el momento en que visitaron el lugar, apareciendo en la mayoría de bocetos preliminares.
El libro Domesticidad a la Intemperie de Ricardo Devesa, editado por Actar, es una reflexión sobre el rol del árbol en el proyecto arquitectónico
En la Casa que Bernard Rudofsky proyectó para sí mismo y su mujer en la costa de Málaga (1969- 1972), da forma a sus ideas en torno a la vida en el exterior, con pérgolas como habitaciones domésticas al aire libre, en interacción con los árboles a los que atribuye connotaciones mitológicas y sagradas. Marcel Breuer, en el Cottage Caesar (Connecticut,1951-52), establece un vínculo más distante con los árboles, pues el orden arquitectónico no se ve alterado por el orden natural de estos. Y propone contrastar lo natural con sus construcciones racionales. En la Villa La Roche (París, 1923-25), Le Corbusier y Pierre Jeanneret alinean los espacios y sus huecos a los tres árboles existentes. En este caso, sí adaptan el orden arquitectónico al geométrico de los árboles. Para Le Corbusier, que defendió el diseño de la ventana como marco para el árbol, este “se ofrece para nuestro bienestar físico y moral”.
La Villa Pepa (Alicante, 1992-93) de Juan Navarro Baldeweg articula la casa con los árboles existentes, más otros que plantó, abundando en la riqueza formal de simetrías. Aunque para este arquitecto un árbol implica mucho más, y lo define como “un cuerpo integrado, abierto al mundo y al curso de sus energías”. En la Hexenhaus de Alison y Peter Smithson (Bad Karlshafen, Alemania, con reformas y ampliaciones desde 1984 a 2002), la referencia al árbol se hace desde planteamientos fenomenológicos y figurativos. En los pabellones anexos exploran la posibilidad de que los árboles sean el recinto. El conjunto de intervenciones constituye un notable ejemplo de arquitectura que celebra estar envuelta en un bosque milenario. Aquí, el nexo con los árboles, Devesa lo observa más perceptivo que compositivo y formal, más atmosférico y temporal.
Cabaña primitiva de Vitruvio según Essai sur l’architecture, Marc-Antonine Lugier, realizado por Charles Eisen, referenciado en Domesticidad a la Intemperie de Ricardo Devesa
El árbol como ser vivo que crece, brota o florece, pero al que también hay que podar, marca el paso del tiempo al alzarse junto a una casa, funciona como registro del transcurso de la vida. “Como tal estructura formal, enhiesta y frondosa, el árbol puede ser incorporado al proceso del proyecto arquitectónico, al igual que sucede con elementos formales similares de la arquitectura, tales como soportes, vigas y techos, conformando múltiples espacialidades”, apunta Ricardo Devesa.
A partir del estudio de estos casos, y la mención de otros donde el árbol impone su presencia, el autor plantea cuestiones como ¿Qué ideas de lugar está proponiendo un arquitecto cuando decide incorporar un árbol existente al proyecto de una casa? ¿De qué modo se puede incluir el tiempo, a partir de los árboles, en la arquitectura? ¿Qué consecuencias espaciales se logran al entablar correspondencias formales entre la casa y el árbol? O ¿cómo ampliar la casa a los espacios exteriores, para así lograr una domesticidad a la intemperie?
Todas las fotos © Actar