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¿Cómo iluminar la ciudad del siglo XXI?

26 septiembre 2023

La sobreiluminación de nuestras urbes requiere una nueva planificación urbanística. Pero también, concienciación ciudadana sobre los efectos nocivos para el ecosistema y el bienestar de las personas.

 

Por Marta Rodríguez Bosch

 


Las múltiples capas de luz se solapan en las ciudades, muchas veces sin orden ni concierto. © Coque Alcázar - Asociación Slowlight

 

Las capas de la luz en la ciudad son múltiples y se solapan: alumbrado público en ejes viarios y equipamientos, patrimonio arquitectónico y otros edificios, iluminación de comercios y escaparates, publicidad, la luz emitida por las viviendas... La cantidad e intensidad de luz en las ciudades es ingente. Y puede llegar a ser abrumadora.  

 

El invento de la electricidad y el alumbrado público cambió la vida de las urbes y su ritmo, aportando funcionalidades y seguridad. No obstante, la complejidad adquirida y el contexto climático, hoy demanda una renovada gestión desde la ordenación urbanística, para su máxima eficiencia energética y equilibrio ambiental.  

 

Muchos actores implicados en la iluminación de las ciudades (arquitectos, urbanistas, lighting designers, ingenieros, desarrolladores de sistemas de iluminación y gestión de luz) coinciden en que -tras la premisa de disponer de una iluminación que garantice que la actividad humana se realiza de un modo seguro-  hay que atenuar la cantidad de luz artificial nocturna. Tanto por cuestiones medioambientales como en aras de mejorar la biodiversidad local, la salud y bienestar de las personas.

 


La asociación Slowlight aboga por una cultura del paisaje urbano respetuosa con la noche.
© Oscar Blanco  


“Las ciudades se han desarrollado con todas esas capas de luz y están sobre iluminadas. Son caóticas en términos de luz”,  opina Coque Alcázar, ingeniero industrial y co-fundador de Slowlight. Esta asociación promueve el uso responsable de la luz y el respeto por paisaje nocturno urbano, con acciones de divulgación en el sector técnico, la administración y ahora también  la ciudadanía.

Señala que hoy ya existen los medios tecnológicos para mejorar su gestión,  atenuar y evitar puntos de luz.  Con sistemas de alumbrado inteligente que se adaptan a las condiciones del servicio público necesario en cada momento, con sensorización de acuerdo a condiciones meteorológicas, circulación de vehículos y personas.

 

Aunque se interroga sobre si la sociedad está prepara para el cambio. “Cada uno de nosotros demandamos un alto grado de luz en las ciudades. Nos hemos vuelto ‘energívoros’. Pero la iluminación es un elemento contaminante con efectos no inocuos. Y debemos utilizarla con responsabilidad”.

 


Birgit Walter, en su trabajo como lighting designer, propone una intervención sutil e integrada que realza los valores del edificio modernista de La Rotonda, en Barcelona. © Álvaro Valdecantos

 

Birgit Walter, ligthing designer al frente del estudio BMLD designing with light, aboga por una estrategia de iluminación en las ciudades donde se logre “un equilibrio entre la generación visual del espacio nocturno a través de la iluminación y la ‘protección’ de la oscuridad, que forma parte de nuestro ecosistema”.

 

Según ella, los grandes retos siguen siendo: generar un esquema de iluminación que quede integrado en el espacio, no moleste física o visualmente, sea respetuoso con su ubicación y arquitectura y  procure sensación de seguridad, a través de un consumo y mantenimiento inteligente. “Deberíamos de tener más en cuenta –apunta-  la relación de la ciudad con su medio ambiente que es el cielo, tanto a nivel de luminancia (luz rebotada de las superficies), como de luz intrusa (enfocada al cielo, que emiten ventanas de viviendas, etc).



Birgit Walter cuestiona las actuales normativas en muchas ciudades, que exigen un nivel de iluminación muy alto en los ejes viarios para coches. Mientras son muy restrictivas en la iluminación de la arquitectura. “Creo que la luz debe estar en los planos verticales, en las fachadas de los edificios que son los que definen la ciudad. Y hacia donde mira el ojo humano. No en el plano horizontal. Sobre el asfalto se debería atenuar”. También reivindica reducir los fogonazos de luz de los comercios.



Proyecto de iluminación Acueducto de los Milagros, en Mérida, realizado por Simon. La luz de proyectores elevados lo destaca como hito patrimonial, recortando su silueta sobre el fondo del cielo nocturno. © Simon Lighting

 


Desde el departamento de Iluminación Urbana de Simon Lighting, Josep Camañes afirma que en materia de alumbrado urbano, se debería abordar caso por caso, con estudio específico para cada calle, avenida, parque o carretera. Pues desde el punto de vista tecnológico, hoy las posibilidades existentes son enormes. Simon ha  presentado recientemente el concepto de Organic Light, que apuesta por un alumbrado dinámico exterior y cuestiona su  carácter estático tal como se ha concebido en los últimos cien años.

 

Josep Camañes  sitúa como nuevos retos el uso de sistemas, centralizados o no, que proporcionan soluciones para gestionar la luz en momentos en los que no es tan necesaria. Como las luminarias urbanas diseñadas por Simon con sensores de presencia, que regulan el alumbrado al 100% en función de la detección de personas e incluso se adapta a las zonas donde se están moviendo.

 


La asociación Slowlight reivindica que el ciudadano pueda reconectar con la naturaleza y el cielo como paisaje nocturno. © Oscar Blanco  


Ante  retos como la contaminación lumínica y los efectos sobre la biodiversidad y la salud humana, Camañes recuerda que se ha avanzado mucho en controlar determinadas longitudes de onda de emisión de los led (las longitudes de onda corta, es decir los rayos ultravioleta, son  perjudiciales para los humanos, pero sobre todo para la fauna).


La necesidad de disponer de áreas con silencio lumínico, ante la sobre abundancia de estímulos luminosos en las ciudades, es un requerimiento en aumento. Slowlight ha contactado con la Real Academia de la Lengua Española y solicitado la revisión de la palabra Noche. Pues considera que se le otorgan connotaciones negativas (confusión, oscuridad o tristeza). “Nosotros creemos que la noche y la oscuridad, implican descanso, emoción, creatividad o romanticismo. Le adjudicamos atributos positivos”.  Slowlight postula un cambio de conciencia social, una normativa rigurosa, y proteger la noche como un bien inmaterial de la sociedad. 

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