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Cuando el arte es ladrillo y barro

23 abril 2024

Internacionalmente reconocido, el artista Miquel Barceló desde su tejar en Mallorca emplea el ladrillo como elemento de expresión artística en muros y tótems.

por Marta Rodríguez Bosch

 

 


Muro de Miquel Barceló. Instalación en el Museo Internazionale delle Ceramiche, en Faenza, 2019. © Andrea Piffari

 

En el año 2008, el pintor Miquel Barceló (Felanitx, 1957) adquiría un antiguo tejar – taller tradicional donde se fabrican tejas y ladrillos- en su Mallorca natal. En ese momento la cerámica ya era una parte significativa de la obra de Barceló, quien se aproximó por primera vez al material a mediados de la década de los 90 del siglo XX, durante una estancia en el País Dogón, en Malí. La actividad del Tejar Hnos. Rebassa en Vilafranca de Bonany, había cesado hacia unos años, pero conservaba los hornos de cocción. De modo que Barceló lo convirtió en su primer taller cerámico propio, deviniendo su obra cerámica tan importante como la pintura. Y posteriormente se instaló en otro antiguo tejar, el de P. Nicolau, a solo un centenar de metros del anterior.

 

La fascinación de Barceló por la arcilla, como una de las materias más primitivas para modelar ese elemento esencial de construcción que es el ladrillo para levantar muros, se refleja en algunas de sus obras más próximas en el tiempo. En la serie que denomina “tótems”, con grandes ladrillos de barro apilados y esculpidos conforma figuras verticales individuales.     

 

Tótem y Tótem Dórico azteca (2019)  de Miquel Barceló en la exposición “Todos somos griegos”, Fundació Catalunya La Pedrera. © MRB

 

En sus muros de arte, la modularidad del elemento ladrillo le permite crear nuevas configuraciones y reconsiderar la obra, en función del espacio donde se instala. Son construcciones que recuerdan a los yacimientos arqueológicos de otras civilizaciones. Y en ocasiones incorporan referencias culturales, como capiteles griegos o precolombinos, o sugieren cabezas de dragones o monstruos fantásticos, tradicionalmente empleados en la  arquitectura.

 

Barceló se inició en el barro en 1994, durante una estancia en Malí. Fueron las condiciones climatológicas las que le llevaron hasta el material. Pues los fuertes vientos no le permitían pintar ya que llenaban de polvo sus obras. Así se adentró en la maleabilidad del barro, moldeando sus primeras piezas cerámicas que rinden tributo a las artes primitivas de las que es gran defensor. De hecho, por aquel tiempo, el barro era un material en el que Barceló se encontraba permanentemente inmerso. Pues su hábitat cotidiano era esa arquitectura tradicional africana compuesta por muros de adobe. En un continuo de superficies y escalinatas en fusión con la tierra sobre la que se asienta.  

 


Miquel Barceló junto a una de sus grandes vasijas donde incorpora ladrillos deformados. “Todos somos griegos”, Fundació Catalunya La Pedrera. ©Alice Brazzit


“La cerámica es pintura amplificada –apunta Miquel Barceló-. El proceso de cocción: petrificar lo que era blando (como la pintura) le da gran relevancia. La cerámica es la madre de la pintura”. Las pinturas de Barceló ricas en texturas y de gran formato, con imágenes que surgen de la viscosidad misma de la materia, se han aplicado también a espacios arquitectónicos. Como el encargo que realizó para decorar la capilla del Santísimo de la catedral de Mallorca, sobre la que cuelga un baldaquino de Antoni Gaudí. En esa ocasión Barceló se inventó un sistema para romper grandes planchas cerámicas en fragmentos de formas aleatorias que después reconstruyó dentro de la catedral a modo de gran mosaico.   

 


Cerámicas: Peixos de brega, 2019, Sin Título 1999 y 2009-11. Exposición  “Todos somos griegos”, Fundació Catalunya La Pedrera.  © Miquel Barceló, VEGAP

 

La exposición “Todos somos griegos” -en Barcelona hasta el 30 de junio en la Fundació Catalunya La Pedrera (en un edificio insigne de Gaudí)- es una retrospectiva de la obra cerámica de Miquel Barceló, cuyo título remarca su fascinación por la cultura griega. Con un centenar de piezas, entre ellas pueden verse algunos ejemplos de estos tótems de ladrillo. Y toda su vasta producción de vasijas, jarras o cantaros,  torsionados, agrietados, tratados a hachazos, o encastados en ladrillos... y convertidos en obras de arte. Objetos de barro, antaño utilitarios y hoy en desuso en los entornos que habitamos, que el artista  Barceló subvierte y sublima.  

 

En la trayectoria de Barceló hay otros muros de arcilla significativos. En la exposición de La Pedrera puede verse la grabación de la performance “Paso doble” que realizó en 2006 por encargo del Festival de Aviñón, donde trabajó con el coreógrafo Josef Nadj. Una acción teatral que se desarrolla sobre una plataforma de arcilla blanda, delante de una pared del mismo material, y que acaba con los dos artistas atravesando el muro de barro como si la materia los succionase.

 


Retrato de  Miquel Barceló en Malí (1991), realizado Jean Marie del Moral. Del catálogo de la exposición “Todos somos griegos”, Fundació Catalunya La Pedrera.

 

Imprescindible es también el audiovisual “Barceló, trazos de barro” donde aparece el artista trabajando en su taller-tejería de Mallorca, mientras vierte comentarios de índole general y otros específicos sobre algunas piezas. En un momento dado, Barceló emite una aguda afirmación  polisémica: “Cada ladrillo es un cráneo de mallorquín”. Hasta hoy Barceló ha creado más de cuatro mil piezas cerámicas, que lo sitúan como uno de los artistas más destacados de este medio, que también interesó a Picasso y Miró.   

Cuando el arte es ladrillo y barro
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